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Salmos 128:1-2 La
Biblia de las Américas (LBLA)
Bienaventuranza del que teme a Dios
Cántico de ascenso
gradual[a].
128 Bienaventurado todo aquel que teme al Señor,
que anda en sus caminos.
2 Cuando comas del trabajo de tus manos[b],
dichoso serás y te irá bien.
3 Tu mujer será como fecunda vid
en el interior[c] de tu casa;
tus hijos como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.
4 He aquí que así será bendecido el hombre
que teme al Señor.
que anda en sus caminos.
2 Cuando comas del trabajo de tus manos[b],
dichoso serás y te irá bien.
3 Tu mujer será como fecunda vid
en el interior[c] de tu casa;
tus hijos como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.
4 He aquí que así será bendecido el hombre
que teme al Señor.
5 El Señor te bendiga desde Sion,
veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida,
6 y veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz sea sobre Israel!
veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida,
6 y veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz sea sobre Israel!
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
¿Cómo Aprender a
Valorar a Los Demás?
Publicado por: Devocionales en Devocional Diario 0
Publicado por: Devocionales en Devocional Diario 0
AMARÁS A TU PRÓJIMO… (Marcos 12:31)
¿Cómo Aprender a Valorar a Los Demás?
Hay dos cosas que
nunca deberíamos hacer:
Primero, esperar
sentirnos como en casa en este mundo, porque “nuestra ciudadanía está en los
cielos” (Filipenses 3:20); segundo, estar pensando tanto en el cielo que no
sabemos vivir en la tierra.
Los principios de la “sal” y la “luz” enseñados por Jesús demandan que influyamos e iluminemos a otros, por su bien y por el Señor. Eso significa comprometerse a hacer las cosas mejor en el hogar, en el trabajo y en todas tus empresas.
Los principios de la “sal” y la “luz” enseñados por Jesús demandan que influyamos e iluminemos a otros, por su bien y por el Señor. Eso significa comprometerse a hacer las cosas mejor en el hogar, en el trabajo y en todas tus empresas.
Si las únicas
personas que te preocupan de verdad son las de tu iglesia, tu sal no está
sazonando ni tu luz repeliendo la oscuridad. El mandamiento de Cristo de
“amarás a tu prójimo” abarca a aquellos que no son tan dignos de amor. Sólo
amas a otros cuando añades valor a sus vidas. ¿Cómo aprender a valorar a los
demás? ¿Cómo se hace eso?
Veamos unas
sugerencias.
1) Valorándolos de
verdad.
Significa creer en ellos antes de que ellos crean en ti, servirlos antes de que te sirvan y darte a ti mismo sin esperar nada a cambio.
Significa creer en ellos antes de que ellos crean en ti, servirlos antes de que te sirvan y darte a ti mismo sin esperar nada a cambio.
2) Añadiendo valor a
tu propia vida.
No puedes dar de lo que no tienes, por lo tanto, tienes que crecer y desarrollarte para dar y guiar a otros.
No puedes dar de lo que no tienes, por lo tanto, tienes que crecer y desarrollarte para dar y guiar a otros.
3) Siendo consciente
de lo que ellos valoran.
¿Qué pasa cuando lo único que te interesa es tu programa? Que sabes muy poco de la gente que te rodea. Haz que sus prioridades sean las tuyas. Pídeles que te cuenten sus historias, descubre sus sueños y sus anhelos, haz que su éxito sea parte de tu misión.
4) Haciendo las cosas que Dios valora.
¿Qué pasa cuando lo único que te interesa es tu programa? Que sabes muy poco de la gente que te rodea. Haz que sus prioridades sean las tuyas. Pídeles que te cuenten sus historias, descubre sus sueños y sus anhelos, haz que su éxito sea parte de tu misión.
4) Haciendo las cosas que Dios valora.
Cuando acabe tu vida,
¿para qué habrás vivido? Llegará el día en que todo lo que está en la tierra se
convertirá en polvo incluido tú mismo. Por consiguiente, date de lleno a esas
cosas que van a perdurar después de que tú hayas partido.
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
·
REFLEXION
El Joyero.
Cuentan que un joven
fue a buscar al viejo maestro del pueblo para pedirle un consejo.
-Vengo, maestro,
porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen
que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo
puedo mejorar?
¿Qué puedo hacer para
que me valoren más?
El maestro sin
mirarlo, le dijo: -Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver
primero mi propio problema. Quizás después... y luego de una pequeña pausa el
anciano prosiguió: -Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este
problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-Encantado, Maestro-
respondió el joven, un poco desconcertado por la respuesta y sintiendo que otra
vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
-Bien- asintió el
maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al
muchacho, agregó: -Toma el caballo que esta allá afuera y cabalga hasta el
mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario
que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda
de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el
anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.
Estos lo miraban con interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el
anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le
daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la
molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a
cambio de un anillo.
En afán de ayudar,
alguien le ofreció una moneda de plata y un utensilio de cobre, pero el joven
tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la
oferta.
Después de ofrecer su
joya a toda persona que se cruzaba en el mercado y abatido por su fracaso,
montó su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, así podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, así podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Cuando llegó hasta el
anciano le dijo: Maestro, lo siento, no se pudo conseguir lo que me pediste.
Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda
engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo
que dijiste, joven amigo- contestó sonriente el maestro- Debemos saber primero
el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor
que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te
da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con el
anillo.
El joven volvió a
cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó
y luego le dijo:
-Dile al maestro,
muchacho, que si lo quiere vender ahora mismo no puedo darle más que 58 monedas
de oro por su anillo.
-¡¡58 monedas!! Exclamó el joven.
-¡¡58 monedas!! Exclamó el joven.
- Sí, replicó el
joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero
no sé si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el
maestro después de escucharlo -Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y
única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces
por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto,
volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Muchas veces nosotros
estamos buscando la aceptación de los hombres, buscamos que nos den el lugar
que creemos merecer. En ocasiones hasta nosotros mismos desconocemos el valor
que tenemos. Sin embargo, el Creador sabe de nuestro verdadero valor y el
potencial que tenemos porque hechura suya somos.
No permitas que la
opinión de nadie te lastime, desaliente o te aleje del verdadero propósito de
tu vida, fuiste creado para grandes cosas que Dios preparó desde hace mucho
tiempo atrás para ti.
Recuerda que sólo el experto sabe el verdadero valor de una joya valiosa y única; sólo Dios sabe tu verdadero valor.
Recuerda que sólo el experto sabe el verdadero valor de una joya valiosa y única; sólo Dios sabe tu verdadero valor.
“Pues somos la obra
maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las
cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás“ Efesios 2:10 (NTV)
Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ
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