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2 Crónicas 7:10 La
Biblia de las Américas (LBLA)
La fiesta de dedicación
7 Y
cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego desde el cielo y consumió el
holocausto y los sacrificios, y la gloria del Señor llenó la casa. 2 Los sacerdotes no
podían entrar en la casa del Señor, porque la gloria
del Señor llenaba la casa del Señor. 3 Y todos los hijos de
Israel, viendo descender el fuego y la gloria del Señor sobre la casa, se
postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron al Señor, diciendo:
Ciertamente El es bueno; ciertamente su misericordia es para siempre.
4 Entonces
el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificio delante del Señor.5 Y
el rey Salomón ofreció un sacrificio de veintidós mil bueyes y ciento veinte
mil ovejas. Así dedicaron la casa de Dios, el rey y todo el pueblo.6 Los
sacerdotes estaban en sus debidos lugares, también los levitas con los
instrumentos de música para el Señor, los cuales había
hecho el rey David para alabar al Señor (porque para siempre
es su misericordia), cuando David ofrecía alabanza por medio[a] de ellos. Los
sacerdotes tocaban trompetas frente a ellos, y todo Israel estaba de pie. 7 Salomón consagró
también la parte central del atrio que estaba delante de la casa
del Señor, pues allí había
ofrecido[b] los holocaustos y la
grosura de las ofrendas de paz, porque el altar de bronce que Salomón había
hecho no podía contener el holocausto, la ofrenda de cereal y la grosura.
8 Salomón
celebró la fiesta en aquella ocasión por siete días, y todo Israel con él, una
asamblea muy grande, que vinieron desde la entrada de
Hamat hasta el torrente de Egipto. 9 Y al octavo día
tuvieron una asamblea solemne; porque habían celebrado la dedicación del altar
por siete días y
la fiesta por siete días. 10 Entonces, el día veintitrés
del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus
tiendas, gozosos y alegres de corazón por el bien que el Señor había mostrado[c] a David, a Salomón y
a su pueblo Israel.
11 Así
acabó Salomón la casa del Señor y el palacio del rey,
y llevó a cabo todo lo que se había propuesto hacer[d] en la casa del Señor y en su palacio. 12 Y el Señor se apareció a Salomón
de noche y le dijo: He oído tu oración, y he escogido para mí este lugar como
casa de sacrificio. 13 Si cierro los cielos
para que no haya lluvia, o si mando la langosta a devorar la tierra, o si envío
la pestilencia entre mi pueblo, 14 y se humilla mi
pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se
vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su
pecado y
sanaré su tierra. 15 Ahora mis ojos
estarán abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en[e]este lugar, 16 pues ahora he
escogido y consagrado esta casa para que mi nombre
esté allí para siempre, y mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días. 17 Y en cuanto a ti, si
andas delante de mí como anduvo tu padre David, haciendo conforme a todo lo que
te he mandado, y guardas mis estatutos y mis ordenanzas, 18 yo afirmaré el trono
de tu reino como pacté con tu padre David, diciendo: “No te faltará[f] hombre que gobierne
en Israel.”
19 Pero
si vosotros os apartáis y abandonáis mis estatutos y mis mandamientos que he
puesto delante de vosotros, y vais y servís a otros dioses y los adoráis, 20 yo os[g] arrancaré de mi
tierra que os[h] he dado, y echaré de
mi presencia esta casa que he consagrado a mi nombre, y la convertiré en refrán
y escarnio entre todos los pueblos. 21 Y en cuanto a esta casa, que ha
sido exaltada, todo el que pase cerca de ella, se asombrará y dirá: “¿Por qué
ha hecho así el Señor a esta tierra y a esta casa?” 22 Y responderán:
“Porque abandonaron al Señor, Dios de sus padres,
que los sacó de la tierra de Egipto, y adoptaron otros dioses, los adoraron y
los sirvieron; por eso El ha traído toda esta adversidad sobre ellos.”
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
¿Cómo Saber Si Tienes
Verdadera Compasión?
Publicado por: Devocionales en Devocional Diario 0
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“ÉSTE VIO AL HOMBRE… Y SE SINTIÓ MOVIDO A COMPASIÓN”
(Lucas 10:33 Castilian)
El sacerdote y el
levita de la parábola del Buen Samaritano vieron la situación crítica del
hombre tirado en el suelo.
Pero sólo el Buen Samaritano sintió compasión e hizo algo al respecto. Pregúntate:
Pero sólo el Buen Samaritano sintió compasión e hizo algo al respecto. Pregúntate:
¿Me he endurecido
demasiado para preocuparme por otros? ¿estoy demasiado ocupado para pensar en
los demás?
Hay mucha necesidad a
nuestro alrededor y no podemos –Dios lo sabe- atender a todo. Pero ¿qué
necesidades has sido llamado a socorrer? La próxima vez que veas a un miembro
del Ejército de Salvación vendiendo la revista Grito de Guerra o recogiendo
donativos, recuerda cómo empezó:
Érase una pareja que
vivía en Londres hace 155 años. Durante los primeros diez años de vida en la
ciudad, William Booth se debatió en un gran dilema:
¿Qué me está llamando
a hacer Dios? Cierto día invitaron a su esposa Catherine, maestra bíblica, a
hablar en una convención local. Mientras estaba allí, William se paseó durante
la noche por los barrios bajos del este de Londres, donde una de cada cinco
puertas era una taberna.
La mayoría de esos
lugares tenía escalones al lado del mostrador para que los niños pequeños
pudieran subirse y pedir su ginebra. Esa noche, William dijo a Catherine:
‘Parece que estoy oyendo una voz que resuena en mis oídos y que dice:
¿A dónde vas a ir
para encontrar más paganos que éstos y dónde va a haber más necesidad de tu
trabajo que aquí mismo?
Cariño, ¡he descubierto mi destino! Ese mismo año de 1865 la pareja abrió en ese barrio pobre londinense la Misión Cristiana del Este de Londres.
Cariño, ¡he descubierto mi destino! Ese mismo año de 1865 la pareja abrió en ese barrio pobre londinense la Misión Cristiana del Este de Londres.
Su visión consistía
en alcanzar a los perdidos y desahuciados, aquellos a quienes otros cristianos
no querían alcanzar. Esa visión sencilla de dos personas creció y llegó a ser
el Ejército de Salvación, que hoy día está presente en 91 países y cuenta con
tres millones de miembros.
Ahora medita y
pregúntate: ‘¿Tengo compasión por otros?’
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
El silencio que no
entiendo.
"Oh Dios, no
guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto.” - Salmo 83:1
El silencio, muchas
veces suele descolocarnos. Seguramente te ha pasado de tener que compartir unos
breves instantes con una persona extraña en un elevador y casi instantáneamente
comienzas a sentirte incómodo ante la situación tensa que se genera. O tal vez
en una reunión, de pronto se produce un silencio y los participantes comienzan
a mirarse entre sí generando un clima de incomodidad. Que decir cuando nos toca
mantener un diálogo con una persona que solo nos contesta con monosílabos y no
parece muy interesada en en la conversación. Al cabo de un tiempo puede que nos
sintamos descolocados y que nos formemos un concepto negativo de esa persona.
Pareciera que el
silencio incomoda y molesta y hasta puede interpretarse como una señal de
agresividad, ya que a veces se utiliza como un arma de castigo o de disciplina.
Por ejemplo, el padre está enojado con su hijo entonces decide no hablarle por
algunos días, le aplica un trato frío e indiferente a través del silencio.
Cuando esto sucede en reuniones, como mencionaba anteriormente, hay personas
que se sienten en la obligación de cubrir un silencio con una broma o
repentinamente toman la palabra, como si esto fuera su responsabilidad. Aún en
la oración, pareciera que aprendimos a asumir el silencio como algo negativo,
ya que en muchos casos, nuestra oración consiste solo en hablar. Tenemos una
larga lista de pedidos, agradecimientos y demás pero hay dificultad para
quedarnos en silencio y escuchar la voz de Dios.
Es verdad que el silencio nos incomoda pero quizás el que mas nos descoloca es el de Dios. Muchas veces la falta de respuesta nos llena de incertidumbre y nos lleva a preguntarnos: ¿será que estoy haciendo algo mal?, ¿o será que Dios está enojado conmigo? O simplemente pensamos con resignación: El ya no me escucha, entonces qué sentido tiene seguir orando.
Es verdad que el silencio nos incomoda pero quizás el que mas nos descoloca es el de Dios. Muchas veces la falta de respuesta nos llena de incertidumbre y nos lleva a preguntarnos: ¿será que estoy haciendo algo mal?, ¿o será que Dios está enojado conmigo? O simplemente pensamos con resignación: El ya no me escucha, entonces qué sentido tiene seguir orando.
En realidad, y aunque
todos estos pensamientos son habituales, tenemos que pensar que el silencio de
Dios, no siempre tiene que ver con enojos, ni con algo malo que hayamos hecho,
ni tampoco con algo que dejamos de hacer. Muchas veces, solo nos está tratando
de llevar a un nuevo nivel de búsqueda de su presencia. Suele suceder que con
el correr de los años en la vida cristiana, la rutina, las presiones y las
heridas van apagando el fuego. A veces el silencio de Dios nos lleva a que
volvamos a buscar de El con la intensidad que lo hacíamos en otros tiempos.
Seguramente hay un nuevo nivel donde te quiere llevar pero no puedes ir con lo
mismo de ayer, necesitas estar preparado.
Te animo a que
vuelvas a pensar en los silencios de Dios, no como algo negativo, no como un
trato indiferente de parte de El, sino como un proceso o una oportunidad en la
cual se despierta un nuevo hambre espiritual en tu vida. Entonces la oración se
renueva y finalmente recibes una promoción espiritual, un nuevo nivel donde El
te quiere llevar. No luches, no te enojes, sube al próximo escalón.
Daniel Zangaro
CVCLAVOZ
CVCLAVOZ
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