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1 Pedro 1:17 La
Biblia de las Américas (LBLA)
Exhortación a la santidad
13 Por tanto, ceñid
vuestro entendimiento para la acción[m]; sed[n] sobrios en espíritu, poned vuestra esperanza completamente en la
gracia que se os traerá[o] en la revelación[p] de Jesucristo. 14 Como hijos
obedientes[q], no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra
ignorancia,15 sino que así como
aquel que os llamó es santo[r], así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito
está: Sed santos, porque Yo soy santo. 17 Y si invocáis como Padre a aquel que
imparcialmente juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo
de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que no
fuisteis redimidos[s] de vuestra vana
manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas
perecederas como oro o plata, 19 sino con sangre
preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo. 20 Porque El estaba
preparado[t] desde antes de la
fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos
tiempos[u] por amor a vosotros 21 que por medio de El
sois creyentes en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio gloria,
de manera que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
Permaneced En Mi Amor
(Juan 15:9) Como El Padre Me Ha Amado
Publicado por: Devocionales en Devocional Diario 0
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Si nuestra necesidad
de una relación con Dios es tan profunda y constante, ¿por qué no la buscamos
con más ahínco? Una de las razones es que estamos convencidos de que Él
recuerda todo lo malo que hemos cometido y que nos va a juzgar en base a
nuestro comportamiento actual. Pero no es así. Piensa en las cualidades de un
excelente amigo: te acepta como eres, saca tiempo para ti, y te sientes bien en
su presencia. Lo que aprecias en tu mejor amigo es precisamente lo que Dios te
está ofreciendo hoy. Quiere morar (permanecer) contigo más de lo que tú quieres
permanecer en Él. “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado;
permaneced en mi amor” (Juan 15:9). Si de verdad viviéramos en su amor,
saldríamos de su presencia sintiéndonos tan amados que nos apresuraríamos a
encontrarnos con Él todos los días.
El término original
griego de este versículo significaba “morar” o “sentirse como en casa” en el
amor de Dios; estar convencido de que eres aceptado como miembro de su familia,
con buena reputación; estar en paz ahí; ser alimentado y nutrido por su
presencia; sentirte protegido sabiendo que ése es el lugar más seguro del
mundo. Tiene que ver con la relación personal más importante de tu vida. Morar
en el Señor es buscarlo, anhelarlo, tener sed de Él, esperar en Él,
contemplarlo, amarlo, escucharlo y responderle. Morar hace que Él sea más el
centro de tus actividades, pensamientos y deseos. Muy a menudo, con las prisas
por hacer cosas para Dios, descuidamos disfrutar sin más de su compañía. La
realidad es que fuimos creados para sentirnos incompletos con cualquier otra
cosa que no sea su presencia. Por eso escribió David: “Como el ciervo brama por
las corrientes de las aguas, así clama por ti, Dios, el alma mía” (Salmo 42:1).
Para morar en el amor
de Dios:
1) Dale la primera
parte del día.
Escribe el salmista: “¡De madrugada te buscaré!…” (Salmo 63:1). Si no aprendes a darle a Dios la primera parte del día, no es muy probable que alcances una relación más estrecha con Él. Tienes que separar un tiempo y un lugar específicos cada mañana donde puedas leer y escribir cómodamente, pensar, estudiar, hablar con Dios en voz alta y si lo necesitas, llorar.
Escribe el salmista: “¡De madrugada te buscaré!…” (Salmo 63:1). Si no aprendes a darle a Dios la primera parte del día, no es muy probable que alcances una relación más estrecha con Él. Tienes que separar un tiempo y un lugar específicos cada mañana donde puedas leer y escribir cómodamente, pensar, estudiar, hablar con Dios en voz alta y si lo necesitas, llorar.
2) Saborea cada
Palabra recibida.
Acéptala como si fuera el mejor manjar, como un tesoro o una carta de amor. Recuerda que lees la Palabra con el fin de encontrarte con alguien; el objetivo no es adquirir información, sino llegar a una intimidad. Haz pausas para meditar en lo que lees, deja que penetre hasta lo más profundo de tu ser y espera que Dios se relacione contigo; ¡seguro que lo hará!
Acéptala como si fuera el mejor manjar, como un tesoro o una carta de amor. Recuerda que lees la Palabra con el fin de encontrarte con alguien; el objetivo no es adquirir información, sino llegar a una intimidad. Haz pausas para meditar en lo que lees, deja que penetre hasta lo más profundo de tu ser y espera que Dios se relacione contigo; ¡seguro que lo hará!
3) Habla y escucha;
Dios es una persona, no una fuerza invisible.
Tratamos a Dios como si fuera una fuerza mística en el espacio. No, Él quiere que le hables de la misma forma que harías con un amigo; quiere oír tus peticiones, tus preocupaciones y tu agradecimiento. Vamos, arriésgate a ser sincero con Él, y a cambio recibirás su guía y su entendimiento. Pasa tiempo en quietud delante de Él; permanece así hasta que “conectes” con Él.
Tratamos a Dios como si fuera una fuerza mística en el espacio. No, Él quiere que le hables de la misma forma que harías con un amigo; quiere oír tus peticiones, tus preocupaciones y tu agradecimiento. Vamos, arriésgate a ser sincero con Él, y a cambio recibirás su guía y su entendimiento. Pasa tiempo en quietud delante de Él; permanece así hasta que “conectes” con Él.
4) Escribe tus
pensamientos e impresiones; no un diario de las cosas del día, ni un escrito
con pretensiones literarias, sino una constancia de tu caminar personal con
Dios.
Comparte con Él tus decepciones, pídele visión, registra tus peticiones y la guía de Dios en sus respuestas. Todas estas acciones se llaman “disciplinas” porque demandan un esfuerzo pero la recompensa merece la pena.
Comparte con Él tus decepciones, pídele visión, registra tus peticiones y la guía de Dios en sus respuestas. Todas estas acciones se llaman “disciplinas” porque demandan un esfuerzo pero la recompensa merece la pena.
Si “morar” es la
clave para “abundar”, ¿por qué no lo hacemos? Porque:
1) Pensamos que tiene
que ver con nuestros sentimientos.
Pero morar es una relación, no una sensación. Tal vez saber esto te alivie, sobre todo si piensas que debes tener una experiencia emocional cada vez que pasas tiempo con Dios. No siempre ocurre, ni tiene por qué ocurrir. Así es en el matrimonio, y lo entendemos. El morar o permanecer es un acto de fe e indica que valoras la presencia de Dios en tu vida más que tus sensaciones temporales. Si piensas que siempre debes sentir algo fuerte para comprobar que has estado con Dios, te desilusionarás y concluirás: “Esto no es para mí”. ¡Pero sí es para ti!
Pero morar es una relación, no una sensación. Tal vez saber esto te alivie, sobre todo si piensas que debes tener una experiencia emocional cada vez que pasas tiempo con Dios. No siempre ocurre, ni tiene por qué ocurrir. Así es en el matrimonio, y lo entendemos. El morar o permanecer es un acto de fe e indica que valoras la presencia de Dios en tu vida más que tus sensaciones temporales. Si piensas que siempre debes sentir algo fuerte para comprobar que has estado con Dios, te desilusionarás y concluirás: “Esto no es para mí”. ¡Pero sí es para ti!
2) Pensamos que
podemos permanecer en Cristo sin obedecerlo.
Jesús dijo: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Juan 15:10).
Jesús dijo: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Juan 15:10).
La desobediencia crea
una ruptura en tu comunión con Cristo. Puedes disfrutar de un servicio de
domingo muy emotivo, pero si tu estilo de vida durante la semana es pecaminoso,
no vas a conseguir permanecer. Una de las imágenes más vívidas de vida
abundante se encuentra en la Biblia, cuando los doce espías del pueblo de
Israel fueron a la Tierra Prometida y trajeron un racimo de uvas de aquel
lugar. Las uvas, de donde se saca el vino, eran símbolos de abundancia.
“Llegaron hasta el arroyo Escol y allí cortaron un sarmiento con un racimo de
uvas, el cual llevaron entre dos en un palo” (Números 13:23). Fíjate, se
necesitaron dos personas para llevar un solo racimo, ¡impresionante! ¿Has visto
alguna vez semejante abundancia? Guarda esa imagen en tu mente. Recuerda que
esa clase de bendición es posible para los que oyen la Palabra de Dios ¡y
actúan en consecuencia!
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
¿Soy útil?
Las estadísticas
revelan el crecimiento del número de menores de edad que se dedican a la
delincuencia, alcoholismo o drogadicción; estos jóvenes son considerados
personas que no son útiles en la sociedad. Es preocupante observar que a
temprana edad muchos estén desperdiciando sus vidas.
Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis
prisiones, el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es
útil. Filemón 1:10-11
Onésimo era un
esclavo que se había escapado de la casa de su amo Filemón robándole algunas
pertenencias. En Roma se convirtió bajo el ministerio de Pablo y posteriormente
el apóstol escribe esta carta para solicitar a Filemón (miembro de la iglesia
de Colosas) que perdone a Onésimo y lo reciba como hermano en Cristo.
Antes de que Onésimo
conociera el ministerio de Pablo era considerado un hombre “inútil”, algunos
sinónimos que se podrían mencionar son: improductivo, inservible, inerte e
inactivo. Sin embargo, cuando se acercó a Cristo su vida dio un giro y se
convirtió en un hombre útil, a tal grado que Pablo se arriesgó por él, pidiendo
que lo recibieran como si fuese él mismo.
La pregunta que
quiero hacerte es: ¿Qué tan útil eres? Dios te trajo al mundo con un propósito
y quiere que seas útil en esta vida ¿Qué haces por Él y por tu prójimo?
Te animo a cambiar tu
vida y ser una persona productiva: alimenta al que tiene hambre, abriga al que
tiene frío, ayuda a llevar cargas, ora por los enfermos, dale un abrazo al que
necesita, y ¡salva vidas! Presenta a otros a Jesús.
Si eres una persona
que se encuentra sumida en la pornografía, alcohol, drogas o delincuencia
tienes que saber que Cristo quiere cambiar tu vida. ¡Él te trajo al mundo con
un propósito!
Shirley Chambi
CVCLAVOZ
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