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1 Juan 3:4 La Biblia de las Américas
Los
hijos de Dios
3 Mirad cuán gran amor[a] nos ha otorgado el Padre, para
que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le
conoció a Él. 2 Amados, ahora somos hijos de
Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se
manifieste[b], seremos semejantes a Él porque
le veremos como Él es. 3 Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así
como Él es puro. 4 Todo
el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley[c], pues[d] el pecado es infracción de la ley[e]. 5 Y vosotros sabéis que Él se
manifestó a fin de quitar los[f] pecados, y en Él no hay pecado. 6 Todo el que permanece en Él,
no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido. 7 Hijos míos[g], que nadie os engañe; el que practica
la justicia es justo, así como Él es justo. 8 El que practica el pecado es
del diablo, porque el diablo ha pecado[h] desde el principio. El Hijo de
Dios se manifestó con este propósito: para destruir[i] las obras del diablo. 9 Ninguno que es nacido[j] de Dios practica[k] el pecado, porque la simiente de
Dios[l] permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido[m] de Dios. 10 En esto se reconocen[n] los hijos de Dios y los
hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios;
tampoco aquel que no ama a su hermano. 11 Porque este es el
mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros; 12 no como Caín que era del maligno, y mató a su
hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su
hermano justas.
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
¿Tienes que ser bueno para ser amado por Dios?
Reflexiones cristianas diarias por CVCLAVOZ
Muchas personas creen que han perdido el amor de Dios porque
pecaron, y tu, ¿crees que tienes que ser bueno para que Dios te ame?
¿Dios ama solamente a los que le obedecen?
Mark Guy Pearse acostumbraba contar que una vez oyó a uno de sus
hijos que amonestaba a otro:
Tienes que ser bueno o papá no te querrá.
Llamando al muchacho le dijo:
Hijo, eso no es cierto.
Pero tu no nos amarás si somos malos, ¿no es verdad?- Contestó
el chico.
Sí los amaré, tanto si son malos como buenos – explicó Pearse –
Pero habrá una diferencia en mi amor. Si son buenos los amaré con un amor que
pone contento, y si no son buenos, los amaré con un amor que duele.
El amor de Dios es incondicional pero…
Sin duda alguna el amor de Dios por nosotros es incondicional,
no importa si le fallamos, Él siempre nos esperará con los brazos abiertos. Sin
embargo, nuestros pecados entristecen a Dios.
No es que Dios deja de amarnos, pero la relación con nuestro
Padre es personal y si nosotros no somos fieles o si decidimos llevar una vida
según nuestro criterio y pecamos conscientemente, lo entristecemos. Nuestra
relación con el Señor depende mucho de nosotros y de cuánto lo busquemos.
¿Tengo que ser bueno para que Dios me ame?
No, Dios te ama sin condiciones pero nosotros somos obedientes a
sus mandamientos por la misma razón: porque le amamos.
Cuando obedecen mis mandamientos, permanecen en mi amor, así
como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Juan 15:10 (NTV)
El seguir los mandamientos de Dios y tener una relación personal
con Él no debería estar sujeto al temor de que deje de amamos o nos castigue,
sino que debería ser una muestra de nuestro amor hacia Él.
Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
Renuevo » Crecimiento Personal » Saliendo De Las Sombras
El miedo, deja de ser un sentimiento sano cuando deja de
defendernos ante situaciones normales de la vida, convirtiéndose en nuestro
mayor enemigo.
Cuando se huye de la lucha y
cuando queremos que nuestra integridad esté indemne, es porque los retos
nos asustan.
No queremos que nada cambie; estamos estancados y, hasta
nuestros sentidos pierden su afecto; nuestros oídos están sordos a los susurros
del amor; las caricias causan dolor; hablamos, destruyendo con la boca llena de
juicios; destruimos a los amados y a otros también; llenos de cobardía, con el
susto a cuesta, incrédulos, con dudas de lo que somos y lo que hacemos.
El miedo ahoga la energía desde el inicio del día, para hacerle
frente a la vida, resta el amor hacia los que nos rodean. Ese miedo paralizante
te convierte en víctima, no te permite valorarte. Ese miedo continuamente es un
peso en tus hombros, una carga pesada que no te deja avanzar.
Ahora: necesitas levantarte. Enfrenta el miedo; golpea tan
fuerte como puedas; toma valor. Nadie dice que es fácil pero, si es liberador.
Cuando se camina en oscuridad solo se hayan tropiezos, heridas, daños físicos y
emocionales, dejándote manipular para al final, solo sentirte perdido.
Enciende la luz de tu alma. Ponte de pie. Enfrenta cada cosa con
sus respectivas consecuencias; si es con tu relación de pareja, si estás
evitando que pase lo inevitable, abre tu corazón a la verdad, al perdón, a una
posible despedida, o a una nueva oportunidad. Si en tu trabajo, si te has
esmerado y hasta ahora eres el personaje invisible, si por miedo has dejado que
te abusen creyendo que es lo único seguro que tienes, entonces enciende la
luz…te aseguro que te empezarán a ver diferente; nuevas oportunidades se
abrirán para ti.
¿Has perdido a alguien importante? ¿No has superado su partida?
¿No te atreves a decir adiós?…enciende la luz, quítate el luto que hay un arco
iris saliente después de cada tormenta. Si tus sueños se han tardado y
esforzadamente has trabajado por ellos, enciende la luz. Cree en ti.
Los que alcanzan sus sueños no son los que se rinden por el
miedo, son los que perseveran en ellos. Si un hijo se te ha ido; si cual hijo
pródigo dejó su casa y sabes que está perdido, enciende la luz. Cree y al igual
que el Padre amado de la historia, espéralo; cuando llegue hazte el favor de
abrazarlo. En cada situación en la que estés solo enciende la luz. Sal de las
sombras. La luz es: amiga del amor, de la verdad, de la vida. Hazle la guerra
al miedo. Desde hoy: ¡levántate!, atrévete a encender la luz.
Te regalo este cuento anónimo.
“La oscuridad pensó que la luz cada día le estaba robando mayor
terreno y entonces decidió ponerle un pleito. Así lo hizo y llegó el día fijado
para el juicio. La luz llegó a la sala antes de que llegara la oscuridad. Allí
estaba el juez y los respectivos abogados.
Esperaron y esperaron. La
oscuridad estaba fuera de la sala, pero no se atrevió a entrar. Simplemente, no
podía. Así que, pasado el tiempo, el juez falló a favor de la luz”.
Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo. Juan 8:12.
Grabriela Moros De Ramírez
Psicoterapeuta Gestals
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