2 Reyes 2:3 La Biblia de
las Américas (LBLA)
Eliseo sucesor de Elías
2 Y sucedió que cuando
el Señor iba a llevarse
a Elías al cielo en un torbellino, Elías venía de Gilgal con Eliseo. 2 Y Elías dijo a
Eliseo: Te ruego que te quedes aquí, porque el Señor me ha enviado
hasta Betel. Pero Eliseo dijo: Vive el Señor y vive tu alma,
que no me apartaré de ti. Y descendieron a Betel. 3 Entonces los hijos de
los profetas que estaban en Betel
salieron al encuentro de Eliseo
y le dijeron: ¿Sabes que hoy el Señor te quitará a tu
señor de sobre ti[a]? Y él dijo: Sí,
yo lo sé; callad.4 Elías entonces le
dijo: Eliseo, te ruego que te quedes aquí, porque el Señor me ha enviado a
Jericó. Pero él dijo: Vive el Señor y vive tu alma,
que no me apartaré de ti. Y fueron a Jericó. 5 Y los hijos de los
profetas que estaban en
Jericó se acercaron a Eliseo y le dijeron: ¿Sabes que hoy el Señor te quitará a tu
señor de sobre ti[b]? Y él respondió:
Sí, yo lo sé; callad. 6 Entonces Elías le
dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque el Señor me ha enviado
al Jordán. Pero él dijo: Vive el Señor y vive tu alma,
que no me apartaré de ti. Siguieron, pues, los dos.
7 Y cincuenta hombres
de los hijos de los profetas fueron y se pararon frente a ellos, a lo lejos, mientras ellos
dos se pararon junto al Jordán.8 Entonces
Elías tomó su manto, lo dobló y golpeó las aguas, y éstas se dividieron a uno y a
otro lado[c], y los dos
pasaron por tierra seca. 9 Y[d]cuando habían
pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que yo haga por ti antes de que yo sea separado
de ti. Y Eliseo dijo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. 10 Y
él dijo: Has pedido una cosa difícil. Sin embargo, si me ves cuando sea llevado de ti, así te
sucederá; pero si no, no será así. 11 Y
aconteció que mientras ellos iban andando y hablando, he aquí, apareció un carro de fuego y
caballos de fuego que separó a los dos. Y Elías subió al cielo en un
torbellino.12 Lo vio
Eliseo y clamó: Padre mío, padre mío, los carros[e] de Israel
y su gente de a caballo. Y no lo vio más. Entonces tomó sus vestidos y los rasgó en
dos pedazos. 13 También recogió el
manto de Elías que se le había caído, y regresó y se paró a la orilla del
Jordán. 14 Y tomando el manto de
Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías? Y
cuando él golpeó también las aguas, éstas[f] se
dividieron a uno y a otro lado[g], y pasó Eliseo.
15 Cuando lo vieron los
hijos de los profetas que estaban en
Jericó frente a él,
dijeron: El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo. Y fueron a su encuentro y se
postraron en tierra ante él. 16 Y
le dijeron: He aquí, ahora hay con tus siervos cincuenta hombres fuertes; te
rogamos que los dejes ir a buscar a tu señor; tal vez[h] el
Espíritu del Señor lo ha levantado
y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él dijo: No los enviéis. 17 Pero
cuando le insistieron hasta la saciedad[i], dijo: Enviadlos. Entonces enviaron cincuenta
hombres; y buscaron durante tres días, pero no lo hallaron. 18 Y
volvieron a Eliseo[j] que se
había quedado en Jericó, y él les dijo: ¿No os dije: “No vayáis”?
19 Entonces los hombres
de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, ahora el emplazamiento de esta ciudad
es bueno, como mi señor ve, pero el agua es mala y la tierra estéril[k]. 20 Y
él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned sal en ella[l]. Y se la trajeron. 21 Y
él salió al manantial de las aguas, echó sal en él[m], y dijo: Así
dice el Señor: “He purificado[n] estas
aguas; de allí no saldrá[o] más muerte
ni esterilidad.” 22 Y
las aguas han quedado purificadas[p] hasta hoy,
conforme a la palabra que habló Eliseo.
23 Después subió de allí
a Betel; y mientras subía por el camino, unos muchachos salieron de la ciudad y
se burlaban de él, y le decían: ¡Sube, calvo; sube, calvo! 24 Cuando
él miró hacia atrás y los vio, los maldijo en el nombre del Señor. Entonces salieron dos
osas del bosque y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos. 25 De
allí fue al monte Carmelo, y desde allí regresó a Samaria.
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
DÉ GRITOS DE ALABANZA
Y VICTORIA
Desde el nacimiento
del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová. Salmos 113:3
Alabe a Dios. Alábelo por la mañana. Alábelo al
mediodía. Alábelo por la noche. Si usted nunca ha alabado a Dios en su vida,
entonces comience ahora mismo. Alábelo por la libertad que usted tiene. Alábelo
por la sanidad y por el Calvario. Alábelo por el nombre de Jesús.
Cuando va hacia el
trabajo o hacia la casa, usted debería ir dando gritos de alabanza. Si hay algo
que el diablo no soporta es la alabanza.
Si le ha quitado
territorio al diablo y él viene contra usted para recuperarlo, no es hora de
quejarse ni de lamentarse de lo difícil que están las cosas ni es hora de
pensar que Dios se ha olvidado de usted. Es hora de meterse en la Palabra y
volver a aferrarse a las promesas de Dios; es hora de tener presente esas
promesas y guárdarlas en su corazón; es hora de hacer la oración de fe y estar
firmemente apoyado en lo que Dios ya le ha dado y es hora de seguir haciendo
las cosas que usted sabe hacer.
Cuando Satanás
empiece a sacudir su monte, no empiece a buscar la salida ni a esconderse;
háblele al monte con la autoridad que usted tiene en el nombre de Jesucristo.
Una vez que haya acabado con ese problemita, empiece a gritar alabanzas y
victoria.
Usted no tiene por
qué temerle a Satanás; más bien, él debería temerle a usted.
Escritura Devocional
para leer : Salmos 113:3
UN ENCUENTRO CON LA PALABRA
REFLEXION
Devocionales
Reflexiones cristianas diarias por CVCLAVOZ
Reflexiones cristianas diarias por CVCLAVOZ
Perdón, me equivoqué.
¿Cuántas veces
cometimos errores y lo último que deseamos hacer es reconocerlo?
Hace poco vi cómo dos
autos colisionaron por la velocidad a la que ambos iban. Los conductores
empezaron a discutir sobre quién tenía la culpa, uno dijo: “fue culpa tuya por
no respetar el semáforo” Mientras que el otro le contestó: “te adelantaste y no
me diste tiempo de frenar”. La gente alrededor alarmada por lo que sucedía,
optó por llamar a la policía, quienes no tardaron en llegar, pero no pudieron
evitar que siguieran con la discusión, porque ninguno quiso asumir su
responsabilidad.
Sin duda, una de las
cosas más difíciles es reconocer nuestros errores, es poco común encontrar
personas que digan: “Perdón, me equivoqué”, “Asumo la culpa”, “Me haré
responsable”.
En el capítulo 43 de
Génesis encontramos la historia de José y sus hermanos, y en esta ocasión
quiero resaltar la actitud de Judá frente a una gran necesidad que su familia
atravesaba.
Como en todo Canaán
el hambre seguía aumentando, y en vista de que el trigo que trajeron de Egipto
se había acabado, Israel su padre les dijo que vuelvan a Egipto y compren más,
pero al enterarse de que obtendría el grano arriesgando la vida de su hijo menor,
se entristeció su corazón por temor a perderlo como lo hizo con José.
Como el gobernador
les dijo antes que si ellos no iban con su hermano menor, sería mejor que no
volvieran porque no les daría lo que necesitaban, Judá estaba dispuesto a
asumir la responsabilidad de llevar a su pequeño hermano de regreso a Egipto, y
si algo pasara en el camino, él aceptaría la culpa. Quizás esas palabras
tranquilizaron a su padre que accedió a la petición de Judá.
Esta es una
característica poco común en nuestra naturaleza humana, ya que por lo general
optamos por culpar a los demás o nos hacemos a los de la vista gorda.
Si hoy te encuentras
en una situación conflictiva donde puede que seas culpable, te animo a tomarlo
con responsabilidad, que asumas lo que te corresponde, porque el hacerlo no
sólo es de valientes sino también denota madurez.
Por el contrario,
puede que no seas culpable del hecho, pero sería importante que te dispongas a
escuchar a la otra persona y llegar a un acuerdo.
“Sé muy bien que soy
pecador, y sé muy bien que he pecado. A ti, y sólo a ti
te he ofendido; he hecho lo malo, en tu propia cara. Tienes toda la razón al declararme culpable; no puedo alegar que soy inocente. Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes de nacer ya era un pecador.” Salmos 51:3-5 (TLA)
te he ofendido; he hecho lo malo, en tu propia cara. Tienes toda la razón al declararme culpable; no puedo alegar que soy inocente. Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes de nacer ya era un pecador.” Salmos 51:3-5 (TLA)
Ruth Mamani
CVCLAVOZ
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